Stories & Reflections
El árbol y sus frutos
El guerrero recuerda el pasado. Conoce la Búsqueda
Espiritual del hombre, sabe que ella ya escribió algunas de las mejores páginas de la Historia.
Y algunos de sus peores capítulos; masacres, sacrificios, obscurantismo. Fue usada para fines particulares y vió sus ideales servir de escudo para manipulaciones terribles.
El guerrero ya oyó comentarios del tipo: “cómo voy a saber si este camino es serio?”. Vió mucha gente abandonar la búsqueda por no saber responder esta pregunta.
El guerrero, no obstante, no tiene dudas; sigue una fórmula infalible. “Por los frutos conoceréis el árbol, dijo Jesús.
Él sigue esta regla, y no se equivoca nunca.
Los frutos de quien no quiere oír
Un profeta llegó a una gran ciudad de Persia, y multitudes se reunían a su alrededor todas las mañanas. Pero el tiempo fue pasando y su presencia dejó de ser una novedad.
– Ya sabemos todo lo que tenia para decirnos – comentaban yendo en búsqueda de un nuevo profeta para que les enseñase el camino.
Pero aún sin nadie para que lo escuchase, el profeta continuaba yendo a la Plaza para hacer su sermón.
– Por qué insiste en continuar aquí? – le preguntó un niño. – no ve que habla solo?
– Todo aquel que tiene el coraje de decir lo que su alma siente, está en contacto con Dios. Yo trato de escucharlo cuando estoy hablando. “El hecho de tener una platea de vez en cuando no cambia nada”
Los frutos de quien no quiere recibir
Durante una cena en el monasterio de Sceta, el padre de mayor edad se levantó para servir agua a los otros. Fue de mesa en mesa con mucho esfuerzo, pero ninguno de los padres aceptó.
“Somos indignos del servicio de este santo”, pensaban.
Cuando el anciano llegó a la mesa del abate Juan Pequeño, este pidió que le llenase su copa hasta el borde. Los otros monjes le miraron horrorizados. Al final de la cena, cercaron a Juan Pequeño:
– Cómo pudo juzgarse digno de aceptar aquella agua? No percibió el sacrificio que él estaba haciendo para servirlo?
– Cómo puedo impedir que el bien se manifieste? Ustedes que se creen santos, no tuvieron la humildad para recibir y el pobre hombre no tuvo la alegría de quien da.
Los frutos del corazón humano
La tradición sufí cuenta la historia de um rey que buscaba buenos pintores para decorar su palacio. Dos equipos – uno griego y otro chino – comparecieron con sus mejores artistas, tratando de conseguir un trabajo que rendiría millares de monedas de oro.
Como test, el rey pidió que cada uno decorase una de las paredes de una de las salas. Para que un grupo no viese el trabajo del otro, eligió paredes opuestas y puso una cortina en el medio.
Los chinos pintaron la suya con el mayor cuidado, mientras que los griegos apenas pulían sin parar la superficie de la otra. Llegó finalmente el día en que el rey resolvió sacar la cortina y comparar los resultados.
De un lado vió uma hermosa pintura china. En la otra pared, que había sido pulida hasta transformarse en un espejo, el rey también vió la hermosa pintura china – pero con su propia imagen al medio.
– Este es el mejor – dijo el rey. Y los griegos ganaron el empleo, porque supieron lidiar con la vanidad ajena.
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