Stories & Reflections
En este caso, el título del texto es inadecuado. Como dije en el Guerrero de la Luz Online anterior dije que me negaba a escribir personalmente sobre las razones por las que los hombres aman a las mujeres (sería considerado un escritor sudamericano machista, que desprecia los movimientos de liberación del sexo opuesto), una lectora llamada Julia resolvió hacerlo por mí. Tenemos, por tanto, la versión femenina de por qué nosotros amamos a las mujeres. Está claro que no estoy de acuerdo con todo, pero esta es una tribuna (relativamente) libre. Leamos lo que Julia tiene que contarnos:
Nosotros, los hombres, amamos a las mujeres porque aún se creen adolescentes incluso después de haber envejecido.
Porque sonríen cada vez que se cruzan con un niño.
Porque caminan erguidas por las calles, mirando siempre al frente, y jamás se vuelven para agradecer o devolver la sonrisa y el saludo que les dedicamos mientras pasan.
Porque en la cama son osadas, y no porque tengan una naturaleza perversa, sino porque quieren agradarnos.
Porque hacen todo lo que haga falta para que la casa esté arreglada y perfecta, y jamás esperan reconocimiento por el trabajo realizado.
Porque no leen revistas pornográficas.
Porque se sacrifican sin quejarse en nombre de la belleza ideal, enfrentando depilatorios, inyecciones de Botox y amenazadoras máquinas de gimnasio.
Porque prefieren comer ensaladas.
Porque dibujan y pintan su cara con la misma concentración de un Miguel íngel trabajando en la Capilla Sixtina.
Porque si quieren saber algo sobre la apariencia que tienen, buscan a otras mujeres, sin incomodarnos con este tipo de preguntas.
Porque tienen sus propias maneras de resolver problemas, que jamás entendemos, y que nos enloquecen.
Porque son compasivas, y nos dicen “te quiero” justo cuando empiezan a querernos menos, para compensar lo que estamos sintiendo y notando.
Porque se quejan de cosas que también nosotros sentimos, como resfriados y dolores reumáticos, y de esta manera entendemos que son personas iguales a nosotros.
Porque escriben novelas de amor.
Porque mientras nuestros ejércitos invaden otros países, ellas se mantienen firmes en su guerra privada e inexplicable para acabar con todas las cucarachas del mundo.
Porque se derriten cuando escuchan a los Rolling Stones cantando “Angie”.
Porque son capaces de ir a trabajar vestidas como hombres, con chaqueta y pantalón -trajes pequeños y delicados- mientras que ningún hombre se atrevió jamás a hacer algo parecido llevando faldas.
Porque en las películas – y sólo en las películas – ellas nunca se duchan antes de hacer el amor con sus parejas.
Porque siempre consiguen encontrarle un defecto convincente a la mujer de la que decimos que es guapa, de manera que nos dejan inseguros en relación a nuestros propios gustos.
Porque se toman realmente en serio todo lo que sucede en las vidas privadas de los famosos.
Porque consiguen fingir orgasmos con la misma calidad artística de la estrella de cine más famosa y con mayor talento.
Porque les encantan los cócteles exóticos de varios colores y con adornos delicados, mientras nosotros tomamos nuestro whisky de siempre.
Porque no pierden una eternidad de tiempo considerando la mejor manera de abordar al guapo muchacho que acabó de entrar en el autobús.
Porque nosotros vinimos de ellas, volveremos a ellas, y hasta que tal cosa ocurra, viviremos orbitando alrededor del cuerpo y de la mente femenina.
Y yo añado: nosotros, los hombres, las amamos porque son mujeres. Así de fácil.