Stories & Reflections
Un pastor protestante, después de formar una familia, ya no tenía tranquilidad para rezar. Una noche, al arrodillarse, le perturbaron los juegos de los niños en la sala.
“¡Di a los niños que se estén quietos!”,gritó.
Su mujer, asustada, le obedeció. A partir de entonces, cuando el pastor llegaba a su casa y empezaba a rezar sus oraciones, todos permanecían en silencio.
Pero él sentía que Dios ya no le escuchaba.
Una noche, en medio de la oración, preguntó al Señor: “¿qué está sucediendo? Tengo la paz necesaria pero no consigo rezar.”
Y un ángel le respondió:
“Él escucha palabras pero ya no escucha risas. Él siente la devoción pero ya no ve alegría”.
El pastor se levantó y de nuevo gritó a su mujer:
“¡Di a los niños que jueguen! ¡Ellos forman parte de la oración!”
Y Dios volvió a escuchar sus palabras.